autor : López Campillo 7 jun 2013

Fijarse en los emplazamientos que la arqueología señala como poblados fortificados pre-romanos da una perspectiva diferente de Cantabria. Empiezas a interesarte en el asunto y al moverte por estas tierras pasas a identificar cumbres y elevaciones particulares, o promontorios costeros, puntos conectados visualmente entre sí, que fueron escogidos en la edad del hierro para dar asiento a las "ciudades" fortificadas de los cántabros. Imaginas un territorio virgen, asalvajado, con ríos no encauzados y fieras, y arriba, protegidos tras fosos, estacadas y murallas, estos pobladores a menudo descritos como "bárbaros", aunque en verdad eran gentes adaptadas a su medio físico, aferrados a sus ritos y tradiciones, que manejaban la tecnología de la época. También empiezas a identificar las lomas, mesetas y estribaciones en que Roma plantó sus castellums y campamentos.

Un ejemplo es el llamado Cincho (al parecer antes recibe el nombre de "Hano"), monte situado entre las poblaciones de Arnuero y Soano, desde cuyas alturas se controla un sector de la costa oriental cántabra. Prospecciones y fotos aéreas antiguas vienen a confirmar en los últimos años la existencia de derrumbes de muralla que encierran la superficie plana en la que se remata el Cincho, la cual queda también protegida por cantiles naturales. Del latín "cinctum", el término Cincho es habitual en Cantabria para designar cercados de piedra situados en altura. Sorprende que entre poblaciones tan turísticas (Noja, Arnuero) ni se nombre su existencia, de momento es interesante contar con el dato: cuando vuelvas al entorno del Cincho, o lo conozcas por primera vez, seguro que tu perspectiva del lugar se amplia y el pasado se cuela por un instante.






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Espacio para la divulgación del patrimonio histórico cántabro. Funciona a modo de inventario de "hitos con historia" esparcidos por los valles, montañas y pueblos de la región, entre la prehistoria y la guerra civil: cuevas y abrigos prehistóricos, grabados post-paleolíticos, menhires y túmulos megalíticos, poblados castreños, estelas, campamentos romanos, necrópolis, ermitas rupestres, iglesias, retablos, torres medievales, fortalezas, casonas solariegas, escudos, batanes, ferrerías, molinos de marea y río, hórreos, faros, trincheras, nidos de ametralladora...
cachos de historia que sin duda merecen ser conocidos, valorados y preservados.

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