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THC 35. Castro y campamento romano de Santa Marina, Valdeolea

Castro indígena prerromano, campamento romano, ocupación medieval que incluía una ermita que se perdió en el siglo XIX y fortificación atrincherada durante la Guerra Civil. Los cuatro momentos de la historia se dan cita en las dos cimas del Monte Ornedo, Valdeolea. Un rompecabezas para la arqueología y un yacimiento fundamental para entender las Guerras Cántabras (lo cual no ha impedido que en los últimos años maquinaria financiada por los cántabros del siglo XXI, gracias a la encomiable labor del gobierno regional, haya arrasado gran parte de la superficie del yacimiento).



Estimación de las estructuras de la cima oriental del Monte Ornedo. En gris, defensas atribuídas a la Edad Media. En rojo las que parecen definir la fortificación planteada por los romanos. En naranja, "otras estructuras". (Fuente:: Castros y Castra en Cantabria, VV.AA, Acanto, 2010).



Recreación del Castro de Santa Marina. (Fuente: Diario Montañés). La infografía recoge la posible extensión de 19 ha que llegó a tener este oppidum cántabro, el más extenso de los conocidos en esta tierra.



Fosos excavados en el terreno y parapetos de tierra (contrafosos) que se alzaban con el material extraído de los fosos. Santa Marina conserva un foso doble bien visible. Cada uno de los terraplenes debió alcanzar una altura de cuatro metros y quedaban rematados por estacadas. Se identifican como parte de las defensas levantadas por los romanos una vez tomado el poblado indígena cántabro.


El corte en este terraplén hace visible las técnicas de fortificación romanas.


Tachuelas de sandalia de legionario romano halladas en el Castro de Santa Marina (también en el Castro de las Rabas y el Campamento del Pedrón, ambos en Cervatos, así como en Retortillo).


Clavijas de las tiendas de campaña legionarias. Las dos situadas a la derecha fueron halladas en el castro que nos ocupa. Las otras dos corresponden al Campamento romano de La Poza (Cervatos).





Es una de las piezas arqueológicas rescatadas de Santa Marina en los últimos años. Apareció en un punto muy concreto donde se registra una aglomeración de materiales cántabros y romanos, con el denominador común de ser piezas con función militar. El lugar parece corresponderse con una de las puertas del castro. Se trata por lo tanto de la evidencia de un enfrentamiento armado. El Castro de Santa Marina pasa a la lista de escenarios de las Guerras Cántabras.


En multitud de ocasiones un mismo paraje concentra el recuerdo del paso de los hombres a través de los milenios. En primer término encontramos dos posibles menhires, también descritos como posibles hitos medievales (hablamos sobre ellos aquí). Al fondo, la elevación del Monte Ornedo en cuyas cimas se asentó una de las mayores "ciudades" de los cántabros prerromanos.



Pugio, puñal característico del legionario romano. Posee un nervio central que confiere firmeza a la hoja. Fue rescatado del yacimiento de Santa Marina y puede conocerse en el Museo de Prehistoria y Arqueología  de Cantabria, al igual que las demás piezas arqueológicas mostradas en el artículo.


Bibliografía consultada: Cántabros, origen de un pueblo, VV.AA, Adic, 2012.

                                   Castros y Castra en Cantabria, VV.AA, Acanto, 2010.
                                    

Más información...El recinto campamental romano de Santa Marina (Valdeolea, Cantabria), Pedro Ángel Fernández Vega, Rafael Bolado del Castillo, Munibe, 2011.


El Arqueositio de Camesa ayer y hoy. Una visión integral desde la dirección del taller de empleo Valdeolea, Pedro Ángel Fernández Vega, Lino Mantecón Callejo, Ayto. Valdeolea, 2012.
22 jul 2013
autor López Campillo

Curiosidades 37. Los pactos de los cántabros.

En 2009 un pequeño tesoro arqueológico es rescatado del yacimiento del Castro de las Rabas, Cervatos. Se trata de un oso de bronce de 5 cms de longitud con una interesante historia detrás.

El oso diminuto es la prueba de la existencia de pactos y acuerdos entre individuos, clanes y ciudades, a finales de la Edad del Hierro. La idea de este vínculo de hospitalidad era simple. Cada parte del pacto era poseedora de sendas piezas, las cuales eran complementarias. Al mostrar la pieza a la otra parte contrayente se comprobaba su complementariedad y el pacto quedaba renovado. Pudo servir para reclamar derechos de paso, concesiones de ciudadanía, solitictud de hospitalidad o actividades relacionadas con la trashumancia.


Tésera de hospitalidad hallada en el Castro de las Rabas (Cervatos, Campoo de Enmedio), Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria.

Fuente Una nueva tésera de hospitalidad en territorio cántabro: el oso del castro de Las Rabas, Pedro Ángel Fernández Vega, Rafael Bolado del Castillo, Archivo Español de Arqueología, 2011,

La estatuilla está decorada con líneas paralelas en cuello, hocico y extremos de las patas, donde también se aprecian incisiones a modo de garras. El reverso es completamente plano y presenta siete agujeros que actuaban como hembras para encajar la pieza hermana. 

Los investigadores relacionan la figurilla del oso con una posible divinidad que garantizaba el pacto de hospitalidad y proponen una datación en torno a los siglos II-I a.c, momento de auge para el poblado castreño de Las Rabas y de consolidación y desarrollo de los contactos comerciales y culturales con los poblados de los valles del Ebro y el Duero. La tésera de Cervatos pudiera guardar relación con una pieza análoga hallada en Cuenca. Nos habla por lo tanto de una complejidad económica y política mucho mayor de la que tradicionalmente se ha venido asignando a los pobladores cántabros, retratados como salvajes y bárbaros por la propaganda romana.



Bibliografía consultada: Una nueva tésera de hospitalidad en territorio cántabro: el oso del castro de Las Rabas, Pedro Ángel Fernández Vega, Rafael Bolado del Castillo, Archivo Español de Arqueología, 2011,
12 jul 2013
autor López Campillo

Curiosidades 12. Dobra

Recibe el nombre de Sierra del Dobra, también el sugerente apelativo de Sierra "de los Hombres", en alusión a la intensa actividad que el hombre ha desarrollado en este macizo desde la prehistoria. El Dobra se orienta en el eje este-oeste, situándose de manera estratégica como un muro natural a lo largo de 8 kms entre Puente Viesgo y las Caldas de Besaya, o lo que es lo mismo, los cauces del Pas y del Besaya y las dos principales vías de entrada a la región. Sus crestas calizas guardan campamentos romanos y castros de los antiguos cántabros. 

Imagen: Al fondo se divisa la población de los Corrales de Buelna. En primer término, un gran derrumbe de muralla delata la existencia de un poblado fortificado cántabro. Estos pobladores cercaron la cumbre con una muralla en forma de arco de unos 190 metros de recorrido, creando en el interior del recinto plataformas artificiales en las que habitar. Es el llamado Castro de las Lleras. 



8 jun 2013
autor López Campillo

Curiosidades 10. Vivir en las alturas

Parecerá increíble, pero el peñasco a la derecha fue elegido como punto fortificado en diferentes momentos históricos. Los investigadores distinguen estructuras claramente medievales y parece apuntar también a que sirvió de emplazamiento de un poblado fortificado (o castro) cántabro. Se observan 300 metros de talud artificial. Un enorme trabajo comunitario que permitió afianzar una terraza plana en la que asentar la población, aparte de servir de defensa. Hoy en día el llamado Castro de la Peñuca domina sobre la población de Colio, Liébana.














autor López Campillo

Curiosidades 3. Los castros, o cómo obtener otra perspectiva de Cantabria

Fijarse en los emplazamientos que la arqueología señala como poblados fortificados pre-romanos da una perspectiva diferente de Cantabria. Empiezas a interesarte en el asunto y al moverte por estas tierras pasas a identificar cumbres y elevaciones particulares, o promontorios costeros, puntos conectados visualmente entre sí, que fueron escogidos en la edad del hierro para dar asiento a las "ciudades" fortificadas de los cántabros. Imaginas un territorio virgen, asalvajado, con ríos no encauzados y fieras, y arriba, protegidos tras fosos, estacadas y murallas, estos pobladores a menudo descritos como "bárbaros", aunque en verdad eran gentes adaptadas a su medio físico, aferrados a sus ritos y tradiciones, que manejaban la tecnología de la época. También empiezas a identificar las lomas, mesetas y estribaciones en que Roma plantó sus castellums y campamentos.

Un ejemplo es el llamado Cincho (al parecer antes recibe el nombre de "Hano"), monte situado entre las poblaciones de Arnuero y Soano, desde cuyas alturas se controla un sector de la costa oriental cántabra. Prospecciones y fotos aéreas antiguas vienen a confirmar en los últimos años la existencia de derrumbes de muralla que encierran la superficie plana en la que se remata el Cincho, la cual queda también protegida por cantiles naturales. Del latín "cinctum", el término Cincho es habitual en Cantabria para designar cercados de piedra situados en altura. Sorprende que entre poblaciones tan turísticas (Noja, Arnuero) ni se nombre su existencia, de momento es interesante contar con el dato: cuando vuelvas al entorno del Cincho, o lo conozcas por primera vez, seguro que tu perspectiva del lugar se amplia y el pasado se cuela por un instante.






7 jun 2013
autor López Campillo

THC 22. Castro y castellum de la Espina del Gallego, Corvera de Toranzo-Anievas-Arenas de Iguña

Un poblado fortificado de los indígenas cántabros, reconvertido después en fortificación romana tras uno de los asedios determinantes de las Guerras Cántabras: el Castro y castellum de la Espina del Gallego.

Se asienta sobre un punto de control estratégico, la principal vía histórica de comunicación entre la meseta y los valles costeros y puertos. Al menos otros 9 emplazamientos castreños son visibles desde la elevación de la Espina del Gallego.
Observamos tres recintos diferenciados, con sucesivas líneas de muralla. El recinto superior es el mejor ejemplo conocido de toda la península de fortín de campaña romano, con amurallamiento, instalaciones, un horno de hierro y un barracón de hasta 100 metros de largo. El segundo y tercer recinto se corresponden con las defensas amuralladas indígenas, con fosos dotados de estacas clavadas en su fondo. Es reseñable el camino enlosado de 2 m de anchura, problablemente debido a los pobladores cántabros, que aún hoy nos permite acceder a los diferentes niveles del emplazamiento. La línea defensiva exterior del castro llegó a tener una anchura de 3,5 metros y una altura cercana a los 2 m. La ladera oeste alberga evidencias de al menos 20 estructuras indígenas, chozas, establos, etc.
A día de hoy, los investigadores se inclinan por la posibilidad de que el emplazamiento tuviese una finalidad puramente defensiva, más que de hábitat permanente. El castro fue asediado, atacado y reocupado. Aún resulta sobrecogedor situarse en lo alto de la Espina y contemplar los numerosos emplazamientos desde los que los legionarios romanos dirigieron la toma y conquista (los cercanos Monte Cildá, El Cantón, o el más alejado Campo de las Cercas).

Puede decirse que es un impresionante museo al aire libre, seguramente menos conocido de lo que merece. El Castro y castellum de la Espina del Gallego bien pudiera ofrecer a los ciudadanos los materiales arqueológicos hallados, monedas romanas, puntas de hierro de proyectiles de catapulta, clavos, restos cerámicos...

Imagen: vestigios de amurallamiento y barracón romano, Castro y castellum de la Espina del Gallego. Al fondo a la izquierda, señalado por una antena, emplazamiento del campamento romano de Cildá.










THC 20. Castro de Las Rabas, Cervatos, Campoo de Enmedio.

Una loma de Cervatos fue el lugar elegido para levantar un destacado poblado fortificado cántabro. Desde lo alto de la loma se domina visualmente la vía natural meseta-Pozazal-Reinosa-Valle de Buelna, aunque sorprende que los cántabros eligiesen este promontorio sin grandes pendientes naturales, aparente fácil acceso y que queda a merced de puntos cercanos como La Poza y El Pedrón (emplazamientos que a la postre sirvieron a los romanos para plantar los campamentos desde los que se asedió y tomó el castro de Las Rabas). 
Las Rabas a cambio ofrecía un entorno óptimo para desarrollar su actividad económica, con el río Marlantes corriendo en su base y fácil acceso a una gran llanura de pastos que aún hoy se conserva casi íntegra.
Ocupa 10 hectáreas y presenta dos líneas de murallas bien definidas, la interior bien visible en nuestros días. Fosos de más de 2 metros de anchura y empalizadas completaban el sistema defensivo del castro.
Serían necesarias más prospecciones arqueológicas para comprender mejor esta fortaleza de los cántabros. Se han hallado cerámicas indígenas con gran variedad de decoraciones a base de incisión, también cerámica propia de los poblados de los valles del Ebro y Duero, lo cual permite suponer la existencia de comercio y contacto cultural. Igualmente se han recuperado todo tipo de restos metálicos que resumen las actividades económicas del poblado (fragmentos de hoces, azadas, anzuelos para pesca fluvial, alfileres de costura).
El castro pudo estar habitado desde el siglo IV antes de nuestra era. Las evidencias apuntan a que fue tomado por las legiones romanas hacia el año 25 a.n.e: presenta un nivel de incendio, un castellum (El Pedrón, unos 400 legionarios) y un campamento (La Poza, en torno a 10.000) fueron levantados en las inmediaciones, aparte de los restos metálicos y monedas romanas que atestiguan las operaciones militares sobre el castro.

Imagen: vestigios de las defensas amuralladas del Castro de las Rabas.







autor López Campillo

THC 13. Castro de la Peña de Sámano, Castro-Urdiales.

Ocupa buena parte de la Peña de Sámano, 10 hectáreas de terreno que quedaba protegido bien por extensas murallas en los puntos más vulnerables, bien por los vertiginosos cortes naturales de la peña. 
En lo alto han podido distinguirse vestigios de una cierta organización urbana, con edificaciones de planta ovalada o rectangular con ángulos redondeados. El centro de esta "ciudad" se sitúa alrededor de la Cueva de Ziguste, todo ello en una depresión natural del terreno que debía facilitar las condiciones de vida.
Los arqueólogos han rescatado puntas de lanza, dardos, un hacha, una fíbula (algo así como un imperdible para la ropa), cerámicas a mano y a torno, y una fusayola (elemento para las labores textiles domésticas). La decoración de la fusayola recuerda los motivos lunares de las estelas de los vecinos cántabros. Era el pueblo de los autrigones, al parecer asentado al este del río Agüera, el que levantó y habitó el castro.
El control visual se extiende sobre los valles de Sámano y Tabernillas. Hacia el norte se aprecian con claridad los promontorios de Cotolino y El Cueto, hoy en el área urbana de Castro-Urdiales, emplazamientos señalados por los investigadores como posibles castros. El peñasco queda flanqueado al sur por un riachuelo, muy cerca, al oeste, pasa el río Mioño.
Pudo tener una existencia continuada de unos 800 años, llegando a extenderse en los primeros tiempos de la romanización.

Imagen: la Peña de Sámano. Las defensas son muy visibles incluso desde la distancia. Señalo el acceso norte al castro, la llamada Puerta de la Sangaza. Por desgracia hay que concluir el artículo haciendo mención a la cantera. La naturaleza, la cultura y la historia de Cantabria pierden en la Peña de Sámano la batalla.








6 jun 2013
autor López Campillo

THC 1. Castro cántabro y emplazamiento romano de Abiada, Hermandad de Campoo de Suso

Es un cerro aislado y alargado de menos de 200 metros de longitud que se localiza en un entorno muy poco alterado por la acción del hombre. En algún momento previo a la ocupación romana, los cántabros eligieron este cerro como lugar de hábitat convenientemente fortificado, aprovechando para ello sus paredes naturales. Los investigadores han hallado cerámica a mano y terrazas cultivables que así lo atestiguan. Por otro lado, el hallazgo de puntas de flecha y diverso material militar romano permite saber que la roca en cuestión sirvió de emplazamiento de un campamento romano. La aparición de antoninianos, monedas romanas datadas en el siglo III de nuestra era, refuerza esta idea. La secuencia de la ocupación del cerro no está aún clara y queda pendiente de nuevas investigaciones, es decir, no se conoce a ciencia cierta en qué momento fue un castro cántabro y si el campamento romano se estableció inmediatamente después, o bien fue plantado en el siglo tercero. A 200 metros del Castro de Abiada corre el río Guares, el cual nace en el entorno de Brañavieja. Como es lógico, la presencia de fuentes de agua cercanas es una constante en los poblados castreños. El peñasco de Abiada ofrece un control visual amplio, más por su situación que por su elevación. Destacar finalmente la presencia de claros terraplenes artificiales que cerraban los puntos más vulnerables, y de estrechos pasos labrados en la roca que permiten subir a lo alto. Uno de esos lugares donde la historia se ha detenido e impregna el silencio.



5 jun 2013
autor López Campillo
Espacio para la divulgación del patrimonio histórico cántabro. Funciona a modo de inventario de "hitos con historia" esparcidos por los valles, montañas y pueblos de la región, entre la prehistoria y la guerra civil: cuevas y abrigos prehistóricos, grabados post-paleolíticos, menhires y túmulos megalíticos, poblados castreños, estelas, campamentos romanos, necrópolis, ermitas rupestres, iglesias, retablos, torres medievales, fortalezas, casonas solariegas, escudos, batanes, ferrerías, molinos de marea y río, hórreos, faros, trincheras, nidos de ametralladora...
cachos de historia que sin duda merecen ser conocidos, valorados y preservados.

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