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THC 37. Torre de Ruerrero, Valderredible.
En un alto sobre el pueblo de Ruerrero, Valderredible, se conserva a duras penas una torre de los siglos XIV-XV. No parece claro si estuvo ligada al poderío del linaje de los Bustamante o de los Aguilar, o bien bajo la influencia de la cercana Colegiata de San Martín de Elines.
Más información:
Cuadernos de Campoo
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THC 36. Menhir del Alto de Lodos, Ampuero-Rasines-Guriezo
Recibe el nombre de Ilso de Lodos y es un vestigio de la actividad de las primeras sociedades agrícolas-ganaderas que hacia el V milenio a.c comienzan a dominar y explotar nuevos territorios.
Como "ilso", también "yelso", aparecen designados diversos menhires, en especial en la Cantabria oriental (el de Hayas es un ejemplo cercano). Se trata de un monumento levantado a finales del periodo neolítico, tiempo de nuevas formas económicas y culturales, nuevos ritos y creencias, en medio de un clima que va paulatinamente templándose hasta alcanzar parámetros similares a los actuales.
El Alto de Lodos es una de las elevaciones (540 metros sobre el nivel del mar) que conforman la cuenca del Arroyo Remendón, que más adelante formará el Río Agüera. Se alza a 12 kms de la costa y desde su posición se domina ampliamente la franja costera y los valles a oriente, occidente y sur. A occidente del Alto de Lodos se abre el valle del río Rivahermosa, a su vez tributario del Asón. La elevación queda por lo tanto encajada entre las cuencas del Asón y el Agüera. El entorno es muy rico en manantiales y fuentes. La cima del Alto de Lodos se dispone a modo de campa amplia y propicia para la actividad ganadera, así es hoy y así fue desde el V milenio a.c.
Visión hacia el sur desde el Alto de Lodos. El cordal en la imagen sirve de límite Cantabria-País Vasco.
El menhir es parte de un conjunto megalítico que incluye con certeza un dolmen y otro menhir (habrá tiempo de hablar de ellos). Además, se constata la existencia de diversos posibles túmulos, aunque muy arrasados y que plantean dudas a los investigadores. Hacia el norte del conjunto megalítico surge la forma del peñasco que da asiento a la Ermita de las Nieves, elevación muy característica y visible desde gran parte del oriente cántabro. Siguiendo hacia el norte se localiza la estación megalítica de Hayas-Alto de Guriezo, con dos menhires y diversos túmulos, la cual queda a medio camino entre Lodos y la costa de Laredo-Liendo.
Sin contar su sección enterrada, mide 1,86 metros de longitud. Es un bloque de caliza cuya superficie fue preparada y redondeada mediante intensas labores de desbastado. Hoy sirve como hito divisorio entre las poblaciones de Ampuero, Rasines y Guriezo (otra característica habitual de numerosos monumentos megalíticos cántabros es su utilización histórica como mojones territoriales al menos desde la Edad Media). Presenta una cruz grabada apenas visible, probablemente producto de su uso como referencia territorial, y tal vez realizada en tiempos medievales.
El menhir cumple otra de las características comunes a este tipo de monumentos megalíticos: la diferente composición respecto a la roca del entorno. En este caso, la caliza del Ilso de Lodos contrasta con las rocas areniscas y arcillosas del paraje inmediato.
Una estampa recurrente en los santuarios megalíticos de la región. Las brañas que fueron "conquistadas" para la actividad pastoril hacia el V milenio a.c, son hoy espacios privilegiados para el ganado en los meses cálidos.
A la izquierda el menhir de Lodos, poco aparente desde esta perspectiva. A la derecha, al fondo, desembocadura del Río Asón. Al ampliar sobre la imagen (pinchar sobre ella) se aprecia a la derecha la población de Colindres.
La imagen permite representar la relación espacial entre las dos estaciones megalíticas que han salido a relucir en el artículo. En primer término se distingue uno de los enterramientos tumulares de Hayas, completamente cubierto por una capa de herbáceas. El menhir de Hayas se localiza a unos pasos de este túmulo. A la izquierda de la imagen, sobre el horizonte, destaca el Pico de las Nieves, cuya posición respecto al menhir de Lodos hemos visto.
Conocer estos enclaves es una experiencia más que interesante, nos conecta con una cultura milenaria sobre la que apenas conocemos nada, y al mismo tiempo, plantados frente a un menhir o un túmulo, vemos nuestro reflejo y nos reconocemos.
Algunos de los túmulos citados de pasada en el artículo han sido arrasados por maquinaria en explotaciones de eucaliptos. La puesta en valor es inexistente. El Alto de Lodos cuenta con tres o cuatro carteles explicativos plantados hace años. Desde hace años, también, no queda ya ni una sola palabra legible en ellos.
Bibliografía consultada: El megalitismo en Cantabria: aproximación a una realidad arqueológica olvidada, Luis César Teira Mayolini, Ed. U.Cantabria, 1994.
Como "ilso", también "yelso", aparecen designados diversos menhires, en especial en la Cantabria oriental (el de Hayas es un ejemplo cercano). Se trata de un monumento levantado a finales del periodo neolítico, tiempo de nuevas formas económicas y culturales, nuevos ritos y creencias, en medio de un clima que va paulatinamente templándose hasta alcanzar parámetros similares a los actuales.
El Alto de Lodos es una de las elevaciones (540 metros sobre el nivel del mar) que conforman la cuenca del Arroyo Remendón, que más adelante formará el Río Agüera. Se alza a 12 kms de la costa y desde su posición se domina ampliamente la franja costera y los valles a oriente, occidente y sur. A occidente del Alto de Lodos se abre el valle del río Rivahermosa, a su vez tributario del Asón. La elevación queda por lo tanto encajada entre las cuencas del Asón y el Agüera. El entorno es muy rico en manantiales y fuentes. La cima del Alto de Lodos se dispone a modo de campa amplia y propicia para la actividad ganadera, así es hoy y así fue desde el V milenio a.c.
Visión hacia el sur desde el Alto de Lodos. El cordal en la imagen sirve de límite Cantabria-País Vasco.
El menhir es parte de un conjunto megalítico que incluye con certeza un dolmen y otro menhir (habrá tiempo de hablar de ellos). Además, se constata la existencia de diversos posibles túmulos, aunque muy arrasados y que plantean dudas a los investigadores. Hacia el norte del conjunto megalítico surge la forma del peñasco que da asiento a la Ermita de las Nieves, elevación muy característica y visible desde gran parte del oriente cántabro. Siguiendo hacia el norte se localiza la estación megalítica de Hayas-Alto de Guriezo, con dos menhires y diversos túmulos, la cual queda a medio camino entre Lodos y la costa de Laredo-Liendo.
Sin contar su sección enterrada, mide 1,86 metros de longitud. Es un bloque de caliza cuya superficie fue preparada y redondeada mediante intensas labores de desbastado. Hoy sirve como hito divisorio entre las poblaciones de Ampuero, Rasines y Guriezo (otra característica habitual de numerosos monumentos megalíticos cántabros es su utilización histórica como mojones territoriales al menos desde la Edad Media). Presenta una cruz grabada apenas visible, probablemente producto de su uso como referencia territorial, y tal vez realizada en tiempos medievales.
El menhir cumple otra de las características comunes a este tipo de monumentos megalíticos: la diferente composición respecto a la roca del entorno. En este caso, la caliza del Ilso de Lodos contrasta con las rocas areniscas y arcillosas del paraje inmediato.
Una estampa recurrente en los santuarios megalíticos de la región. Las brañas que fueron "conquistadas" para la actividad pastoril hacia el V milenio a.c, son hoy espacios privilegiados para el ganado en los meses cálidos.
A la izquierda el menhir de Lodos, poco aparente desde esta perspectiva. A la derecha, al fondo, desembocadura del Río Asón. Al ampliar sobre la imagen (pinchar sobre ella) se aprecia a la derecha la población de Colindres.
La imagen permite representar la relación espacial entre las dos estaciones megalíticas que han salido a relucir en el artículo. En primer término se distingue uno de los enterramientos tumulares de Hayas, completamente cubierto por una capa de herbáceas. El menhir de Hayas se localiza a unos pasos de este túmulo. A la izquierda de la imagen, sobre el horizonte, destaca el Pico de las Nieves, cuya posición respecto al menhir de Lodos hemos visto.
Conocer estos enclaves es una experiencia más que interesante, nos conecta con una cultura milenaria sobre la que apenas conocemos nada, y al mismo tiempo, plantados frente a un menhir o un túmulo, vemos nuestro reflejo y nos reconocemos.
Algunos de los túmulos citados de pasada en el artículo han sido arrasados por maquinaria en explotaciones de eucaliptos. La puesta en valor es inexistente. El Alto de Lodos cuenta con tres o cuatro carteles explicativos plantados hace años. Desde hace años, también, no queda ya ni una sola palabra legible en ellos.
Bibliografía consultada: El megalitismo en Cantabria: aproximación a una realidad arqueológica olvidada, Luis César Teira Mayolini, Ed. U.Cantabria, 1994.
24 jul 2013
autor López Campillo
THC 35. Castro y campamento romano de Santa Marina, Valdeolea
Castro indígena prerromano, campamento romano, ocupación medieval que incluía una ermita que se perdió en el siglo XIX y fortificación atrincherada durante la Guerra Civil. Los cuatro momentos de la historia se dan cita en las dos cimas del Monte Ornedo, Valdeolea. Un rompecabezas para la arqueología y un yacimiento fundamental para entender las Guerras Cántabras (lo cual no ha impedido que en los últimos años maquinaria financiada por los cántabros del siglo XXI, gracias a la encomiable labor del gobierno regional, haya arrasado gran parte de la superficie del yacimiento).
Estimación de las estructuras de la cima oriental del Monte Ornedo. En gris, defensas atribuídas a la Edad Media. En rojo las que parecen definir la fortificación planteada por los romanos. En naranja, "otras estructuras". (Fuente:: Castros y Castra en Cantabria, VV.AA, Acanto, 2010).
Recreación del Castro de Santa Marina. (Fuente: Diario Montañés). La infografía recoge la posible extensión de 19 ha que llegó a tener este oppidum cántabro, el más extenso de los conocidos en esta tierra.
Fosos excavados en el terreno y parapetos de tierra (contrafosos) que se alzaban con el material extraído de los fosos. Santa Marina conserva un foso doble bien visible. Cada uno de los terraplenes debió alcanzar una altura de cuatro metros y quedaban rematados por estacadas. Se identifican como parte de las defensas levantadas por los romanos una vez tomado el poblado indígena cántabro.
El corte en este terraplén hace visible las técnicas de fortificación romanas.
Tachuelas de sandalia de legionario romano halladas en el Castro de Santa Marina (también en el Castro de las Rabas y el Campamento del Pedrón, ambos en Cervatos, así como en Retortillo).
Clavijas de las tiendas de campaña legionarias. Las dos situadas a la derecha fueron halladas en el castro que nos ocupa. Las otras dos corresponden al Campamento romano de La Poza (Cervatos).
Es una de las piezas arqueológicas rescatadas de Santa Marina en los últimos años. Apareció en un punto muy concreto donde se registra una aglomeración de materiales cántabros y romanos, con el denominador común de ser piezas con función militar. El lugar parece corresponderse con una de las puertas del castro. Se trata por lo tanto de la evidencia de un enfrentamiento armado. El Castro de Santa Marina pasa a la lista de escenarios de las Guerras Cántabras.
En multitud de ocasiones un mismo paraje concentra el recuerdo del paso de los hombres a través de los milenios. En primer término encontramos dos posibles menhires, también descritos como posibles hitos medievales (hablamos sobre ellos aquí). Al fondo, la elevación del Monte Ornedo en cuyas cimas se asentó una de las mayores "ciudades" de los cántabros prerromanos.
Bibliografía consultada: Cántabros, origen de un pueblo, VV.AA, Adic, 2012.
Castros y Castra en Cantabria, VV.AA, Acanto, 2010.
Más información...El recinto campamental romano de Santa Marina (Valdeolea, Cantabria), Pedro Ángel Fernández Vega, Rafael Bolado del Castillo, Munibe, 2011.
El Arqueositio de Camesa ayer y hoy. Una visión integral desde la dirección del taller de empleo Valdeolea, Pedro Ángel Fernández Vega, Lino Mantecón Callejo, Ayto. Valdeolea, 2012.
Estimación de las estructuras de la cima oriental del Monte Ornedo. En gris, defensas atribuídas a la Edad Media. En rojo las que parecen definir la fortificación planteada por los romanos. En naranja, "otras estructuras". (Fuente:: Castros y Castra en Cantabria, VV.AA, Acanto, 2010).
Recreación del Castro de Santa Marina. (Fuente: Diario Montañés). La infografía recoge la posible extensión de 19 ha que llegó a tener este oppidum cántabro, el más extenso de los conocidos en esta tierra.
Fosos excavados en el terreno y parapetos de tierra (contrafosos) que se alzaban con el material extraído de los fosos. Santa Marina conserva un foso doble bien visible. Cada uno de los terraplenes debió alcanzar una altura de cuatro metros y quedaban rematados por estacadas. Se identifican como parte de las defensas levantadas por los romanos una vez tomado el poblado indígena cántabro.
El corte en este terraplén hace visible las técnicas de fortificación romanas.
Es una de las piezas arqueológicas rescatadas de Santa Marina en los últimos años. Apareció en un punto muy concreto donde se registra una aglomeración de materiales cántabros y romanos, con el denominador común de ser piezas con función militar. El lugar parece corresponderse con una de las puertas del castro. Se trata por lo tanto de la evidencia de un enfrentamiento armado. El Castro de Santa Marina pasa a la lista de escenarios de las Guerras Cántabras.
En multitud de ocasiones un mismo paraje concentra el recuerdo del paso de los hombres a través de los milenios. En primer término encontramos dos posibles menhires, también descritos como posibles hitos medievales (hablamos sobre ellos aquí). Al fondo, la elevación del Monte Ornedo en cuyas cimas se asentó una de las mayores "ciudades" de los cántabros prerromanos.
Pugio, puñal característico del legionario romano. Posee un nervio central que confiere firmeza a la hoja. Fue rescatado del yacimiento de Santa Marina y puede conocerse en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, al igual que las demás piezas arqueológicas mostradas en el artículo.
Bibliografía consultada: Cántabros, origen de un pueblo, VV.AA, Adic, 2012.
Castros y Castra en Cantabria, VV.AA, Acanto, 2010.
Más información...El recinto campamental romano de Santa Marina (Valdeolea, Cantabria), Pedro Ángel Fernández Vega, Rafael Bolado del Castillo, Munibe, 2011.
El Arqueositio de Camesa ayer y hoy. Una visión integral desde la dirección del taller de empleo Valdeolea, Pedro Ángel Fernández Vega, Lino Mantecón Callejo, Ayto. Valdeolea, 2012.
22 jul 2013
autor López Campillo
THC 34. Conjunto megalítico de Peña Oviedo, Camaleño
El conjunto de Peña Oviedo nos habla de un momento al final del neolítico donde los pobladores inician la explotación de los territorios interiores. La nueva técnica del pastoreo conlleva que los hombres pasen a valorar las praderas de alta montaña como la que nos ocupa. Asociado a este momento surgirán los monumentos megalíticos, túmulos, menhires, cromlechs, alineamientos de piedras.
El conjunto megalítico de Peña Oviedo se distribuye a lo largo de tres campas elevadas entre los 1500-1200 metros sobre el nivel del mar, en la falda sur del macizo oriental de los Picos de Europa. Los tres escenarios cuentan con manantiales y son utilizados aún hoy por ganado que pasta en régimen de semilibertad. La presencia de manantiales y la idoneidad para el pasto en los meses centrales del año son características que se repiten en las estaciones megalíticas que vamos conociendo a lo largo de Cantabria. Los monumentos megalíticos de Peña Oviedo habrían sido levantados hace unos 5.550 años y en su entorno se desarrolló una economía pastoril, mientras estos hombres seguían dedicándose a labores de caza y recolección de frutos y vegetales.
Del yacimiento se ha recuperado cerámica que permite reconstruir diversas decoraciones, así como abundantes restos pequeños del trabajo en sílex y piezas mayores como percutores, alisadores, un hacha pulimentada y piedras de molienda.
El conjunto presenta una gran complejidad de estructuras. Citaremos la existencia en Peña Oviedo de 2 círculos de piedras (uno de ellos datado en torno a los 5.500 años antes del presente), un monolito tumbado, al menos 10 túmulos, dos cámaras dolménicas con los túmulos arrasados y un alineamiento de piedras con 11 elementos visibles. También se aprecia un muro aterrazado de más de cien metros de longitud cuya función no parece clara, aunque los investigadores lo asocian a las estructuras megalíticas descritas. Por otro lado, los vestigios de una cabaña cuadrangular asociada a los monumentos ayuda a entender la importancia que la explotación económica tuvo en la elección de estas campas montañosas. Al mismo tiempo sirve para desmitificar la idea de que estos asentamientos del final del neolítico tenían un uso exclusivo ritual o ceremonial.
En un entorno paisajístico espectacular, la visita nos acerca a imaginar las actividades, económicas y ceremoniales, de lejanos hombres neolíticos congregados alrededor de estructuras de piedra que nos resultan difíciles de entender.
Alineamiento de piedras.
Congregación de túmulos y círculo de piedras.
Molino de mano y elementos de hoz hallados en el yacimiento de Peña Oviedo (pueden conocerse en el Mupac).
Hacha pulimentada procedente de Peña Oviedo (Mupac).
-Bibliografía consultada: El asentamiento de la Peña Oviedo (Camaleño, Cantabria): la colonización de las áreas montañosas de la cornisa cantábrica, Isturitz: Cuadernos de prehistoria - arqueología, Nº 6, Agustín Diez Castillo, 1995.
El conjunto megalítico de Peña Oviedo se distribuye a lo largo de tres campas elevadas entre los 1500-1200 metros sobre el nivel del mar, en la falda sur del macizo oriental de los Picos de Europa. Los tres escenarios cuentan con manantiales y son utilizados aún hoy por ganado que pasta en régimen de semilibertad. La presencia de manantiales y la idoneidad para el pasto en los meses centrales del año son características que se repiten en las estaciones megalíticas que vamos conociendo a lo largo de Cantabria. Los monumentos megalíticos de Peña Oviedo habrían sido levantados hace unos 5.550 años y en su entorno se desarrolló una economía pastoril, mientras estos hombres seguían dedicándose a labores de caza y recolección de frutos y vegetales.
Del yacimiento se ha recuperado cerámica que permite reconstruir diversas decoraciones, así como abundantes restos pequeños del trabajo en sílex y piezas mayores como percutores, alisadores, un hacha pulimentada y piedras de molienda.
El conjunto presenta una gran complejidad de estructuras. Citaremos la existencia en Peña Oviedo de 2 círculos de piedras (uno de ellos datado en torno a los 5.500 años antes del presente), un monolito tumbado, al menos 10 túmulos, dos cámaras dolménicas con los túmulos arrasados y un alineamiento de piedras con 11 elementos visibles. También se aprecia un muro aterrazado de más de cien metros de longitud cuya función no parece clara, aunque los investigadores lo asocian a las estructuras megalíticas descritas. Por otro lado, los vestigios de una cabaña cuadrangular asociada a los monumentos ayuda a entender la importancia que la explotación económica tuvo en la elección de estas campas montañosas. Al mismo tiempo sirve para desmitificar la idea de que estos asentamientos del final del neolítico tenían un uso exclusivo ritual o ceremonial.
En un entorno paisajístico espectacular, la visita nos acerca a imaginar las actividades, económicas y ceremoniales, de lejanos hombres neolíticos congregados alrededor de estructuras de piedra que nos resultan difíciles de entender.
Alineamiento de piedras.
Congregación de túmulos y círculo de piedras.
Molino de mano y elementos de hoz hallados en el yacimiento de Peña Oviedo (pueden conocerse en el Mupac).
Hacha pulimentada procedente de Peña Oviedo (Mupac).
-Bibliografía consultada: El asentamiento de la Peña Oviedo (Camaleño, Cantabria): la colonización de las áreas montañosas de la cornisa cantábrica, Isturitz: Cuadernos de prehistoria - arqueología, Nº 6, Agustín Diez Castillo, 1995.
THC 33. Iglesia Sta M La Real, Las Henestrosas de las Quintanillas
Se asienta sobre una loma a medio camino entre Bercedo y Las Henestrosas en la que se han hallado los enterramientos y estelas funerarias de una necrópolis del siglo IX. Fue levantada a finales del XII con una nave, cabecera semicircular y espadaña, dentro de las escuelas de Aguilar, San Andrés de Arroyo, Rebolledo de la Torre y Piasca. En el siglo XVI (1503, reza una inscripción) la espadaña se transformó en la torre que hoy vemos y se añadieron las naves laterales. Los elementos que componían la espadaña se incorporaron en el muro de poniente del campanario.
Conserva completo su ábside, adornado con pinturas al fresco de finales del XV en las que apreciamos escenas bíblicas: las bodas de Caná, la huída a Egipto, San Pedro y San Pablo, la Natividad y la Matanza de los Inocentes. Al parecer las pinturas conservadas en la cabecera del templo cubrieron en tiempos todo el interior de la iglesia. En el interior también puede conocerse una talla de Virgen con Niño del siglo XIV y una notable colección de estelas funerarias medievales e inscripciones de época romana.
THC 32. Colegiata de Santa Cruz, Socobio, Castañeda
Sus archivos se perdieron en un incendio en 1560, lo que complica reconstruir el devenir histórico del monasterio y después Colegiata de Santa Cruz. La primera referencia se remonta al año 1073, un documento en el que aparece como firmante el abad Iohannis de Sancta Crux de Chastanieta.
Se enclava en un punto estratégico y paso obligado en el que confluyen las principales vías que cruzan longitudinal y transversalmente la región. La iglesia fue concebida con una sola nave, crucero, tres ábsides (uno de ellos desaparecido), linterna y torre cuadrada adosada al muro sur.
Se enclava en un punto estratégico y paso obligado en el que confluyen las principales vías que cruzan longitudinal y transversalmente la región. La iglesia fue concebida con una sola nave, crucero, tres ábsides (uno de ellos desaparecido), linterna y torre cuadrada adosada al muro sur.
Sus proporciones son inusuales en el románico cántabro. En su interior destaca la calidad de la escultura monumental, mucho más rica que la que encontramos en el exterior.
THC 31. Fortín de Sámano
La llamada "Línea del Agüera" es el sistema defensivo que el mando republicano plantea en las cumbres de la margen izquierda del Agüera, en un intento de contener el avance del llamado bando nacional. Estamos hablando de una línea de al menos 14 kms con trincheras, parapetos, pozos de tirador, nidos de ametralladora, refugios y un fortín, extendidos hasta la cima del Betayo, frente a Biroleo y Castro Alén, elevaciones en manos del enemigo en julio de 1937.
El Fortín de Sámano se planta en una elevación clave dentro del sistema defensivo del Agüera, el acceso por carretera al valle de Guriezo desde el puerto de La Granja. Es una trinchera excavada en roca de 30 metros de largo y puesta a cubierto con una estructura de hormigón armado. Presenta dos troneras para ametralladora y 20 para fusil, con dos huecos frente a las troneras de ametralladora que facilitarían el paso y serían usados como almacén de municiones. El fortín quedaba debidamente camuflado y protegido bajo una capa de tierra y probablemente lonas, redes y ramajes.
El Fortín de Sámano se planta en una elevación clave dentro del sistema defensivo del Agüera, el acceso por carretera al valle de Guriezo desde el puerto de La Granja. Es una trinchera excavada en roca de 30 metros de largo y puesta a cubierto con una estructura de hormigón armado. Presenta dos troneras para ametralladora y 20 para fusil, con dos huecos frente a las troneras de ametralladora que facilitarían el paso y serían usados como almacén de municiones. El fortín quedaba debidamente camuflado y protegido bajo una capa de tierra y probablemente lonas, redes y ramajes.
La línea de contención del Agüera no llegó a entrar en batalla, tan sólo los atrincheramientos situados más al sur. El contingente vasco destinado a su defensa se replegó en agosto de 1937 a la siguiente línea fortificada, la del Asón. Días después las tropas vascas (alrededor de 12.000 hombres) se entregaron en las poblaciones de la desembocadura del Asón (Santoña, Colindres, Laredo...).
(datos extraídos de "Fortificaciones de la Guerra Civil en la zona oriental de Cantabria", VV.AA, publicado en Castillos de España. Gracias al historiador José Ángel Hierro Gárate).
(datos extraídos de "Fortificaciones de la Guerra Civil en la zona oriental de Cantabria", VV.AA, publicado en Castillos de España. Gracias al historiador José Ángel Hierro Gárate).
THC 30. Arte esquemático, El Cobular, Ruanales
En el entorno de Ruanales, Valderredible, en un paisaje de media montaña formado por valles cuyos arroyos vierten en el Ebro. surge un farallón de roca arenisca con enigmáticos grabados y pinturas.
En primer lugar son destacables una serie de pinturas rojas, figuras humanas con los brazos caídos en arco y el sexo marcado, antropomorfos de grandes cabezas, dibujos geométricos, jinetes con sus monturas...También aparecen trazos y figuras en negro y se constata la existencia de un bloque de piedra desprendido que presenta trazos grabados.
Hogueras contemporáneas dan una idea de la utilización continuada del abrigo del Cobular (o "Cogular") desde la prehistoria. La cronología de los dibujos y grabados es amplia. Las pinturas rojas se atribuyen a los inicios de la Edad del Bronce y guardarían relación con otros conjuntos pictóricos del norte de la península, además de estar ligadas a conjuntos de grabados post-paleolíticos cercanos. Por su parte, las negras podrían interpretarse como "arte pastoril", representaciones populares más o menos recientes que ocupan los mismos espacios que el arte prehistórico.
En primer lugar son destacables una serie de pinturas rojas, figuras humanas con los brazos caídos en arco y el sexo marcado, antropomorfos de grandes cabezas, dibujos geométricos, jinetes con sus monturas...También aparecen trazos y figuras en negro y se constata la existencia de un bloque de piedra desprendido que presenta trazos grabados.
Hogueras contemporáneas dan una idea de la utilización continuada del abrigo del Cobular (o "Cogular") desde la prehistoria. La cronología de los dibujos y grabados es amplia. Las pinturas rojas se atribuyen a los inicios de la Edad del Bronce y guardarían relación con otros conjuntos pictóricos del norte de la península, además de estar ligadas a conjuntos de grabados post-paleolíticos cercanos. Por su parte, las negras podrían interpretarse como "arte pastoril", representaciones populares más o menos recientes que ocupan los mismos espacios que el arte prehistórico.
23 jun 2013
autor López Campillo
THC 29. Campamento romano Campo de las Cercas, San Felices de Buelna - Puente Viesgo
Nada menos que 18 hectáreas fortificadas con fosos, terraplenes, torres de madera, estacadas y hasta cinco puertas...Es el Campo de las Cercas, campamento instalado por Roma en una cumbre de la Sierra del Escudo desde la que se controla las cuencas del Pas y del Besaya, así como el paso entre ellas ("La Collada").
Clavijas de las tiendas de campaña, fíbulas (especie de broche), una azada, un pilum (lanza), un proyectil de honda, monedas del siglo I antes de nuestra era, un tintinabulum (cascabel empleado por la caballería)...son algunos de los materiales arqueológicos hallados.
El Campo de las Cercas parece estar directamente relacionado con los episodios centrales de las llamadas Guerras Cántabras. Las 18 hectáreas están formadas en realidad por dos campamentos adosados que llegaron a albergar en torno a 24.000-32.000 hombres. Se plantea la posibilidad de que Campo de las Cercas fuese el lugar escogido para reunir a dos de las columnas que penetran y toman Cantabria. La primera, la que avanzó desde el sur y se asentó en campamentos como El Cincho, Cildá, El Cantón, o el asediado y tomado Castro de la Espina del Gallego. La otra, la llegada desde el mar.
Fue localizado por un aficionado en 1998. Un espectacular campamento de 2000 años que sigue esperando a ser conocido y valorado.
Imagen aérea del sector sur del campamento. Se distinguen los ángulos redondeados característicos de la planificación defensiva de los romanos.
Clavijas de las tiendas de campaña, fíbulas (especie de broche), una azada, un pilum (lanza), un proyectil de honda, monedas del siglo I antes de nuestra era, un tintinabulum (cascabel empleado por la caballería)...son algunos de los materiales arqueológicos hallados.
El Campo de las Cercas parece estar directamente relacionado con los episodios centrales de las llamadas Guerras Cántabras. Las 18 hectáreas están formadas en realidad por dos campamentos adosados que llegaron a albergar en torno a 24.000-32.000 hombres. Se plantea la posibilidad de que Campo de las Cercas fuese el lugar escogido para reunir a dos de las columnas que penetran y toman Cantabria. La primera, la que avanzó desde el sur y se asentó en campamentos como El Cincho, Cildá, El Cantón, o el asediado y tomado Castro de la Espina del Gallego. La otra, la llegada desde el mar.
Fue localizado por un aficionado en 1998. Un espectacular campamento de 2000 años que sigue esperando a ser conocido y valorado.
Imagen aérea del sector sur del campamento. Se distinguen los ángulos redondeados característicos de la planificación defensiva de los romanos.
THC 28. Menhir Peñahincada, Reinosilla
Pesa tres toneladas y mide 3 metros de alto, 2,20 metros visibles. Hace unos 5.000 años fue acarreado una distancia de un km, hasta ser hincado en el paraje de Los Juncales, en la población de Reinosilla (Valdeolea). Fue tallado en conglomerado arenisco, una masa de arenas compactadas en la que se aprecian pequeños cantos incrustados. Es uno de los 8 menhires que forman la llamada ruta de los menhires de Valdeolea.
Es necesario destacar que Reinosilla alberga otros dos hitos megalíticos, dos grandes rocas labradas que actualmente sirven de puente que salva un riachuelo, y que en tiempos probablemente pertenecieron a la cámara de un monumento funerario megalítico (dolmen).
Con frecuencia los menhires aparecen asociados a leyendas locales. El de Reinosilla se relaciona nada menos que con Sansón (es conocido popularmente como "piedra de Sansón"), forzudo que lo lanzó desde un alto cercano para dejarlo clavado en el paraje de Los Juncales. Hasta años recientes permanecía bastante inclinado, en la actualidad luce tal cual aparece en las imágenes.
THC 27. Ermita de Santa Justa, Ubiarco
En la ensenada de Ubiarco destaca un hito geológico, un anticlinal. La erosión marina vació su interior de lodos y sedimentos y la peculiar cavidad terminó dando cobijo a una ermita semi-rupestre al borde del mar.
Se cuenta que fue lugar de peregrinación ya en época romana. Contiene las reliquias de las santas Justa y Rufina. El interior puede visitarse cada 19 de julio, día en el que se celebra una romería. La actual edificación debió ser levantada en el siglo XVI. Es en este momento cuando aparecen numerosas referencias documentales civiles y religiosas, bien por su posición en una ensenada, bien por la celebración de romerías. La obra no presenta decoración alguna, limitándose a dos paredes de mampostería ceñidas al anticlinal y un tejado a un agua. Al parecer, antes del siglo XVI la cavidad ya era empleada por ermitaños.
Es una de las estampas costeras emblemáticas de Cantabria, historia y naturaleza concentrándose en un lugar especial.
Volveremos a Ubiarco para conocer la fortificación que la ensenada ve en tiempos de la guerra civil y los vestigios de una centenaria torre ballenera.
Se cuenta que fue lugar de peregrinación ya en época romana. Contiene las reliquias de las santas Justa y Rufina. El interior puede visitarse cada 19 de julio, día en el que se celebra una romería. La actual edificación debió ser levantada en el siglo XVI. Es en este momento cuando aparecen numerosas referencias documentales civiles y religiosas, bien por su posición en una ensenada, bien por la celebración de romerías. La obra no presenta decoración alguna, limitándose a dos paredes de mampostería ceñidas al anticlinal y un tejado a un agua. Al parecer, antes del siglo XVI la cavidad ya era empleada por ermitaños.
Es una de las estampas costeras emblemáticas de Cantabria, historia y naturaleza concentrándose en un lugar especial.
Volveremos a Ubiarco para conocer la fortificación que la ensenada ve en tiempos de la guerra civil y los vestigios de una centenaria torre ballenera.
THC 26. Batán de Aniezo, Cabezón de Liébana
Aniezo es una población de Cabezón de Liébana situada en la vertiente oeste de Peña Sagra y atravesada por el río Aniezo, tributario del Deva.
En el centro del pueblo podemos conocer un "parque del agua" (presas, molino, puente medieval, lavadero) en el que destaca una pisa o batán, recuerdo de oficios perdidos.
En 1753 aparece citada la existencia de una pisa en Aniezo. Un siglo después se tiene constancia de dos. Son artefactos construídos en madera que aprovechan la fuerza de la corriente y permitían golpear, desengrasar y enfurtir las toscas telas procedentes del telar que se situaba en la población de Cabezón. El resultado era un paño tupido y resistente.
Claudio Martínez, vecino de Aniezo, es considerado el último pisador y molinero del pueblo: "Bajábamos con los burros todos los lunes a recoger las telas que nos dejaban en Potes. Era un trabajo muy sacrificado, ya que había que estar pendiente de la pisa durante dos o tres días continuamente, cada vez que colocabas en el cajón o "peju" la tela doblada, que era golpeada por los mazos. El agua, venía desviada por un canal y se regulaba su entrada a la pisa. Una gran rueda iba girando, y entre las paletas que tenía la rueda, iban colocados unos botes de madera, que recogían el agua y mojaban constantemente la tela, que se medía en varas, y cada una de ellas tenía cuatro cuartas, aproximadamente, lo que equivalía a 88 centímetros. De cada cinco varas, mermaba siempre una. Con el sayal pisado se hacían mantas, escarpines, alforjas, o costales".
Mazos de madera de unos 70 u 80 kilos, encargados de golpear la ropa.
Testimonio de Claudio Martínez extraído de Diario Montañés.
En el centro del pueblo podemos conocer un "parque del agua" (presas, molino, puente medieval, lavadero) en el que destaca una pisa o batán, recuerdo de oficios perdidos.
En 1753 aparece citada la existencia de una pisa en Aniezo. Un siglo después se tiene constancia de dos. Son artefactos construídos en madera que aprovechan la fuerza de la corriente y permitían golpear, desengrasar y enfurtir las toscas telas procedentes del telar que se situaba en la población de Cabezón. El resultado era un paño tupido y resistente.
Claudio Martínez, vecino de Aniezo, es considerado el último pisador y molinero del pueblo: "Bajábamos con los burros todos los lunes a recoger las telas que nos dejaban en Potes. Era un trabajo muy sacrificado, ya que había que estar pendiente de la pisa durante dos o tres días continuamente, cada vez que colocabas en el cajón o "peju" la tela doblada, que era golpeada por los mazos. El agua, venía desviada por un canal y se regulaba su entrada a la pisa. Una gran rueda iba girando, y entre las paletas que tenía la rueda, iban colocados unos botes de madera, que recogían el agua y mojaban constantemente la tela, que se medía en varas, y cada una de ellas tenía cuatro cuartas, aproximadamente, lo que equivalía a 88 centímetros. De cada cinco varas, mermaba siempre una. Con el sayal pisado se hacían mantas, escarpines, alforjas, o costales".
En 1987 este vecino construyó el batán que hoy podemos contemplar. "Fue un trabajo que lo hice por nostalgia, ya que en este lugar trabajé desde chaval con mi padre. Conseguí la madera en el monte de Aniezo. Lo que más me costó hacer fue la rueda, ya que hay que tener mucha precisión para poder componerla, pero el trabajo está hecho, y me gusta que forme parte de este conjunto etnográfico, así como que venga la gente a visitarlo".
Cantabria contó con numerosos batales, comunales y privados. Ledantes y Aniezo albergan las dos últimas muestras.Mazos de madera de unos 70 u 80 kilos, encargados de golpear la ropa.
Testimonio de Claudio Martínez extraído de Diario Montañés.
THC 25. Torre de Rubín de Celis, Obeso
Fue levantada en los siglos XIV-XV y perteneció al solar de los Rubín de Celis, uno de los más relevantes linajes locales. Es una potente torre de unos 20 metros de alzado y nueve-diez de lado, con pequeñas y escasas ventanas ajimezadas y apuntadas que muestran su carácter defensivo. La cuarta planta es una añadido del siglo XVI.
Se sitúa en una loma dominante que se ciñe a la curva del Nansa, controlando el paso entre el valle del Nansa y Liébana.
Símbolo de poder y punto fuerte contra el adversario, la Torre de Obeso continuó siendo habitada tras las guerras de banderías de la edad media. Se sabe que con posterioridad se adosaron dos estructruas agrarias, establos, corrales, lo cuales al parecer son demontados en la guerra civil para la construcción de trincheras.
La cara sur presenta la puerta de acceso, con arco ojival. Sobre ella se aprecian los restos de las ménsulas del matacán o voladizo, una estructura defensiva de madera dotada de orificios desde la que se podía atacar a los enemigos situados en la base de la torre.
Es previsible que contase con fosos y contrafosos, aunque no localizo referencias al respecto.
Hoy en día la torre se ha recuperado de la ruína y el riesgo de destrucción y vuelve a dominar sobre el valle con su imponente estampa.
Se sitúa en una loma dominante que se ciñe a la curva del Nansa, controlando el paso entre el valle del Nansa y Liébana.
Símbolo de poder y punto fuerte contra el adversario, la Torre de Obeso continuó siendo habitada tras las guerras de banderías de la edad media. Se sabe que con posterioridad se adosaron dos estructruas agrarias, establos, corrales, lo cuales al parecer son demontados en la guerra civil para la construcción de trincheras.
La cara sur presenta la puerta de acceso, con arco ojival. Sobre ella se aprecian los restos de las ménsulas del matacán o voladizo, una estructura defensiva de madera dotada de orificios desde la que se podía atacar a los enemigos situados en la base de la torre.
Es previsible que contase con fosos y contrafosos, aunque no localizo referencias al respecto.
Hoy en día la torre se ha recuperado de la ruína y el riesgo de destrucción y vuelve a dominar sobre el valle con su imponente estampa.
THC 24. Estela de Ambatus Pentoviecus, Luriezo, Cabezón de Liébana
En el pórtico de la iglesia de la población lebaniega de Luriezo podemos conocer una gran estela de origen cántabro-romano. Presenta una inscripción con características de las dos culturas:
MON AMBATI / PENTOVIECI AMB / ATIQ PENTOVI-F-ANN LX / HOC MOM POS AMBA / TUS ET DOIDERVS F / SUI
"Monumento de Ambato Pentovieco, de los Ambáticos, hijo de Pentovio, de 60 años. Sus hijos Ambato y Doidero pusieron este monumento".
MON AMBATI / PENTOVIECI AMB / ATIQ PENTOVI-F-ANN LX / HOC MOM POS AMBA / TUS ET DOIDERVS F / SUI
"Monumento de Ambato Pentovieco, de los Ambáticos, hijo de Pentovio, de 60 años. Sus hijos Ambato y Doidero pusieron este monumento".
Está datada en el primer siglo de nuestra era. Tallada en arenisca procedente de las canteras próximas al pueblo, tiene aproximadamente metro y medio de diámetro. Los nombres son indígenas, la letra ya es romana, al igual que la lengua. La inscripción recoge el nombre de la casa o clan de los Ambati. Algunos autores señalan a los Ambati como pobladores de la antigua Cambarica o Camarica citada por el geógafo Ptolomeo. La actual población de Cambarco podría conservar dicha raíz. Lo cierto es que el nombre Ambato es frecuente en la onomástica de Cantabria, Burgos, Álava y Navarra, y también aparece entre los pueblos Vetones.
El segundo nombre del difunto, Pentoviecus, se ha formado añadiendo un sufijo común en Cantabria,
-ecus, al Pentovio de su padre. Es el origen del sufijo -ego/-iego que encontramos en pasiego, lebaniego.
-ecus, al Pentovio de su padre. Es el origen del sufijo -ego/-iego que encontramos en pasiego, lebaniego.
Los nombres indígenas fueron perdiéndose a medida que van imponiéndose las estructuras sociales romanas.
THC 23. Necrópolis rupestre de San Pantaleón, La Puente del Valle
Hacia los siglox IX-X se levanta en el promontorio de San Pantaleón, La Puente del Valle, una ermita que terminó rodeada de un camposanto de tumbas rupestres excavadas en la roca. Era un lugar próspero, cercano a la arteria del Ebro, donde este grupo humano desarrolla la agricultura, ganadería, alfarería, carpintería, cantería, caleros. Hacia el siglo XII el lugar va perdiendo su carácter sagrado y es empleado como cantera, lo cual explica la desaparición de las láminas de piedra utilizadas para cubrir los sepulcros y los cortes artificiales que presenta la roca.
El conjunto arqueológico de San Pantaleón está constituído por una necrópolis o cementerio medieval, los restos de una iglesia semirrupestre rectangular, al menos un sarcófago bien conservado y cinco cubículos excavados en la base de la peña. Los cubículos pudieron ser lugares de enterramiento, de culto o bien habitáculos para la sanación de enfermos. Sorprende la cantidad de tumbas de infantes, seguramente un indicador de las duras condiciones de vida.
Una estela de arenisca y abundantes fragmentos de cerámica son algunos de los restos arqueológicos hallados en el entorno de la peña de San Pantaleón.
Es sabido que hacia el siglo XV la población de La Puente del Valle se denominaba la Puente de San Pantaleón, una pervivencia del topónimo ligado a la necrópolis.
Las excavaciones también permiten apuntar la existencia de un hábitat de la edad del bronce, unos 4000 años. Hoy en día el visitante puede conocer decenas de tumbas, un sarcófago y los cinco cubículos mencionados. Un lugar que incita a la reflexión.
El conjunto arqueológico de San Pantaleón está constituído por una necrópolis o cementerio medieval, los restos de una iglesia semirrupestre rectangular, al menos un sarcófago bien conservado y cinco cubículos excavados en la base de la peña. Los cubículos pudieron ser lugares de enterramiento, de culto o bien habitáculos para la sanación de enfermos. Sorprende la cantidad de tumbas de infantes, seguramente un indicador de las duras condiciones de vida.
Una estela de arenisca y abundantes fragmentos de cerámica son algunos de los restos arqueológicos hallados en el entorno de la peña de San Pantaleón.
Es sabido que hacia el siglo XV la población de La Puente del Valle se denominaba la Puente de San Pantaleón, una pervivencia del topónimo ligado a la necrópolis.
Las excavaciones también permiten apuntar la existencia de un hábitat de la edad del bronce, unos 4000 años. Hoy en día el visitante puede conocer decenas de tumbas, un sarcófago y los cinco cubículos mencionados. Un lugar que incita a la reflexión.
THC 22. Castro y castellum de la Espina del Gallego, Corvera de Toranzo-Anievas-Arenas de Iguña
Un poblado fortificado
de los indígenas cántabros, reconvertido después en fortificación
romana tras uno de los asedios determinantes de las Guerras
Cántabras: el Castro y castellum de la Espina del Gallego.
Se asienta sobre un punto de control estratégico, la principal vía histórica de comunicación entre la meseta y los valles costeros y puertos. Al menos otros 9 emplazamientos castreños son visibles desde la elevación de la Espina del Gallego.
Observamos tres recintos diferenciados, con sucesivas líneas de muralla. El recinto superior es el mejor ejemplo conocido de toda la península de fortín de campaña romano, con amurallamiento, instalaciones, un horno de hierro y un barracón de hasta 100 metros de largo. El segundo y tercer recinto se corresponden con las defensas amuralladas indígenas, con fosos dotados de estacas clavadas en su fondo. Es reseñable el camino enlosado de 2 m de anchura, problablemente debido a los pobladores cántabros, que aún hoy nos permite acceder a los diferentes niveles del emplazamiento. La línea defensiva exterior del castro llegó a tener una anchura de 3,5 metros y una altura cercana a los 2 m. La ladera oeste alberga evidencias de al menos 20 estructuras indígenas, chozas, establos, etc.
A día de hoy, los investigadores se inclinan por la posibilidad de que el emplazamiento tuviese una finalidad puramente defensiva, más que de hábitat permanente. El castro fue asediado, atacado y reocupado. Aún resulta sobrecogedor situarse en lo alto de la Espina y contemplar los numerosos emplazamientos desde los que los legionarios romanos dirigieron la toma y conquista (los cercanos Monte Cildá, El Cantón, o el más alejado Campo de las Cercas).
Puede decirse que es un impresionante museo al aire libre, seguramente menos conocido de lo que merece. El Castro y castellum de la Espina del Gallego bien pudiera ofrecer a los ciudadanos los materiales arqueológicos hallados, monedas romanas, puntas de hierro de proyectiles de catapulta, clavos, restos cerámicos...
Imagen: vestigios de amurallamiento y barracón romano, Castro y castellum de la Espina del Gallego. Al fondo a la izquierda, señalado por una antena, emplazamiento del campamento romano de Cildá.
Se asienta sobre un punto de control estratégico, la principal vía histórica de comunicación entre la meseta y los valles costeros y puertos. Al menos otros 9 emplazamientos castreños son visibles desde la elevación de la Espina del Gallego.
Observamos tres recintos diferenciados, con sucesivas líneas de muralla. El recinto superior es el mejor ejemplo conocido de toda la península de fortín de campaña romano, con amurallamiento, instalaciones, un horno de hierro y un barracón de hasta 100 metros de largo. El segundo y tercer recinto se corresponden con las defensas amuralladas indígenas, con fosos dotados de estacas clavadas en su fondo. Es reseñable el camino enlosado de 2 m de anchura, problablemente debido a los pobladores cántabros, que aún hoy nos permite acceder a los diferentes niveles del emplazamiento. La línea defensiva exterior del castro llegó a tener una anchura de 3,5 metros y una altura cercana a los 2 m. La ladera oeste alberga evidencias de al menos 20 estructuras indígenas, chozas, establos, etc.
A día de hoy, los investigadores se inclinan por la posibilidad de que el emplazamiento tuviese una finalidad puramente defensiva, más que de hábitat permanente. El castro fue asediado, atacado y reocupado. Aún resulta sobrecogedor situarse en lo alto de la Espina y contemplar los numerosos emplazamientos desde los que los legionarios romanos dirigieron la toma y conquista (los cercanos Monte Cildá, El Cantón, o el más alejado Campo de las Cercas).
Puede decirse que es un impresionante museo al aire libre, seguramente menos conocido de lo que merece. El Castro y castellum de la Espina del Gallego bien pudiera ofrecer a los ciudadanos los materiales arqueológicos hallados, monedas romanas, puntas de hierro de proyectiles de catapulta, clavos, restos cerámicos...
Imagen: vestigios de amurallamiento y barracón romano, Castro y castellum de la Espina del Gallego. Al fondo a la izquierda, señalado por una antena, emplazamiento del campamento romano de Cildá.
7 jun 2013
autor López Campillo
THC 21. Torre de San Martín de Hoyos
Entre
los siglos XIV y XV son conocidas las "luchas de bandos" o
de "banderías", disputas por bienes y tierras. Los linajes
banderizos de Campoo construyen en la comarca gran número de
torreones defensivos que además servían para simbolizar el poderío
económico y la autoridad del linaje (los Bravo, Mantilla, Hoyos,
Bustamante, Ríos, etc).
La población de San Martín de Hoyos conserva una de estas torres. Muros de gran grosor (1,80 m) rellenados de cascotes y argamasa, 11 m de lado y una altura de 14 m. Los esquinales son de sillería. Cuenta con una puerta de arco ojival y dos ventanas del mismo tipo, aspilleras para permitir disparar desde el interior y un gran foso con contrafoso, parcialmente rellenados pero perfectamente apreciables hoy en día, lo cual permite hacerse una idea más cercana de cuál fue el porte defensivo de la torre. Tuvo almenas y su interior aparece hoy vaciado.
El origen de la Torre de San martín de los Hoyos se remonta al siglo XIV. Está enclavada en una loma al sur de la población. Emblema del señorío de los Hoyos y control del pago de tasas de los productos que se desease comercializar en la comarca.
En años recientes se han realizado labores de consolidación de los muros de la torre, eliminando una notable grieta que amenazaba su conservación.
La población de San Martín de Hoyos conserva una de estas torres. Muros de gran grosor (1,80 m) rellenados de cascotes y argamasa, 11 m de lado y una altura de 14 m. Los esquinales son de sillería. Cuenta con una puerta de arco ojival y dos ventanas del mismo tipo, aspilleras para permitir disparar desde el interior y un gran foso con contrafoso, parcialmente rellenados pero perfectamente apreciables hoy en día, lo cual permite hacerse una idea más cercana de cuál fue el porte defensivo de la torre. Tuvo almenas y su interior aparece hoy vaciado.
El origen de la Torre de San martín de los Hoyos se remonta al siglo XIV. Está enclavada en una loma al sur de la población. Emblema del señorío de los Hoyos y control del pago de tasas de los productos que se desease comercializar en la comarca.
En años recientes se han realizado labores de consolidación de los muros de la torre, eliminando una notable grieta que amenazaba su conservación.
THC 20. Castro de Las Rabas, Cervatos, Campoo de Enmedio.
Una loma de Cervatos fue el lugar
elegido para levantar un destacado poblado fortificado cántabro.
Desde lo alto de la loma se domina visualmente la vía natural
meseta-Pozazal-Reinosa-Valle de Buelna, aunque sorprende que los
cántabros eligiesen este promontorio sin grandes pendientes
naturales, aparente fácil acceso y que queda a merced de puntos
cercanos como La Poza y El Pedrón (emplazamientos que a la postre
sirvieron a los romanos para plantar los campamentos desde los que se
asedió y tomó el castro de Las Rabas).
Las Rabas a cambio ofrecía un entorno óptimo para desarrollar su actividad económica, con el río Marlantes corriendo en su base y fácil acceso a una gran llanura de pastos que aún hoy se conserva casi íntegra.
Ocupa 10 hectáreas y presenta dos líneas de murallas bien definidas, la interior bien visible en nuestros días. Fosos de más de 2 metros de anchura y empalizadas completaban el sistema defensivo del castro.
Serían necesarias más prospecciones arqueológicas para comprender mejor esta fortaleza de los cántabros. Se han hallado cerámicas indígenas con gran variedad de decoraciones a base de incisión, también cerámica propia de los poblados de los valles del Ebro y Duero, lo cual permite suponer la existencia de comercio y contacto cultural. Igualmente se han recuperado todo tipo de restos metálicos que resumen las actividades económicas del poblado (fragmentos de hoces, azadas, anzuelos para pesca fluvial, alfileres de costura).
El castro pudo estar habitado desde el siglo IV antes de nuestra era. Las evidencias apuntan a que fue tomado por las legiones romanas hacia el año 25 a.n.e: presenta un nivel de incendio, un castellum (El Pedrón, unos 400 legionarios) y un campamento (La Poza, en torno a 10.000) fueron levantados en las inmediaciones, aparte de los restos metálicos y monedas romanas que atestiguan las operaciones militares sobre el castro.
Imagen: vestigios de las defensas amuralladas del Castro de las Rabas.
Las Rabas a cambio ofrecía un entorno óptimo para desarrollar su actividad económica, con el río Marlantes corriendo en su base y fácil acceso a una gran llanura de pastos que aún hoy se conserva casi íntegra.
Ocupa 10 hectáreas y presenta dos líneas de murallas bien definidas, la interior bien visible en nuestros días. Fosos de más de 2 metros de anchura y empalizadas completaban el sistema defensivo del castro.
Serían necesarias más prospecciones arqueológicas para comprender mejor esta fortaleza de los cántabros. Se han hallado cerámicas indígenas con gran variedad de decoraciones a base de incisión, también cerámica propia de los poblados de los valles del Ebro y Duero, lo cual permite suponer la existencia de comercio y contacto cultural. Igualmente se han recuperado todo tipo de restos metálicos que resumen las actividades económicas del poblado (fragmentos de hoces, azadas, anzuelos para pesca fluvial, alfileres de costura).
El castro pudo estar habitado desde el siglo IV antes de nuestra era. Las evidencias apuntan a que fue tomado por las legiones romanas hacia el año 25 a.n.e: presenta un nivel de incendio, un castellum (El Pedrón, unos 400 legionarios) y un campamento (La Poza, en torno a 10.000) fueron levantados en las inmediaciones, aparte de los restos metálicos y monedas romanas que atestiguan las operaciones militares sobre el castro.
Imagen: vestigios de las defensas amuralladas del Castro de las Rabas.